sábado, 22 de enero de 2011

Mejor muerto que loco

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Sr. Juez:
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No culpe a nadie de mi muerte. Me quité la vida porque de seguir así un día más mi cerebro estallaría en pedazos en la peor de las locuras: el no saber quién soy yo en este valle de lágrimas.
Verá usted señor juez, tuve la desgracia de casarme con una viuda que tenía una hija -claro que, de haberlo sabido, nunca lo hubiera hecho-. Mi padre, para mayor desgracia, era también viudo y se enamoró y se casó con la hija de mi mujer, de manera que mi esposa era suegra de su suegro, mi hijastra se convirtió en mi madre y mi padre era al, mismo tiempo, mi yerno.
Al poco tiempo mi madrastra trajo al mundo un varón que era mi hermano, pero era nieto de mi mujer, de manera que yo era abuelo de mi hermano.
Con el correr del tiempo, también mi mujer trajo un varón al mundo. Y ya que, como hermano de mi madre era cuñado de mi padre y tío de su hijo, mi mujer era suegra de su propia hija, y, en consecuencia, yo soy padre de mi madre, y mi mujer es mi abuela, ya que es madre de mi padre, y, además, yo soy mi propio abuelo.
Perdone, señor juez, pero, ¿es posible una vida así?
Con gran tristeza me despido de este mundo porque... ¡no acierto a saber quien soy!

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